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mero el atentado, luego que hay personas de su
familia heridas y luego que han muerto.
•
Asegúrate de que el niño comprenda que el falle-
cido no tenía elección, que no se ha muerto por
propia voluntad, que no le ha abandonado ni que-
ría irse, que la muerte ocurre sin que se pueda
controlar.
•
Con el tono emocional adecuado, que note que los
adultos no han perdido el control. El niño puede
y debe percibir que los adultos están tristes, o
que lloran, que lo sienten tanto como él, pero que
mantienen el control de la situación. No se pueden
decir delante del niño cosas como: “yo también me
quiero morir” o “¿qué va a ser de nosotros?”.
•
Buscar siempre, aunque resulte difícil en estos
casos, algún aspecto positivo relacionado con el
suceso que sirva de consuelo al niño, del tipo de
“no sufrió nada”, si es que estamos hablando del
fallecimiento de alguien cercano en un atentado.
•
Brindar siempre el mayor apoyo emocional, el
niño debe sentirse apoyado y querido. Es impor-
tante expresar este apoyo al niño, adecuándose a
su edad y a la confianza que tengamos con él. Los
abrazos, las caricias, que pueden mostrar ese afec-
to en unos casos, son inadecuadas en otros.
•
Ayudarle a solucionar los problemas que puede
haber generado la pérdida: “¿Podré ir al mismo
cole?”, “¿me cambiaré ahora de casa para ir a vivir
cerca de los otros abuelos?”, “¿perderé a mis ami-
gas?”, “¿tendremos dinero?”.
•
Dando las explicaciones sobre la muerte que sean
coherentes con la educación del niño y consisten-
tes con las explicaciones que puedan darle otras
personas cercanas.
¿Qué otras cosas se pueden hacer?
•
Es recomendable que los niños, en la medida de
sus posibilidades y edades, puedan participar en
los acontecimientos cercanos a la muerte, en los
rituales, en aquellos que pueda comprender y en
el caso de niños a partir de 8-10 años, que tomen
decisiones sobre si se encuentran con ánimos de
hacerlo.
•
Es útil que, en los actos, estén acompañados de
sus amigos, no sólo de su familia. Conviene apoyar
el recuerdo de los fallecidos en los aniversarios.
En estas situaciones el comportamiento de los más
cercanos se puede volver triste y más doloroso.
•
Hay que tener en cuenta que las explicaciones
sobre la muerte y sus circunstancias deben ajus-
tarse a la edad y a las experiencias del niño, así
como a su grado de comprensión sobre el con-
cepto de muerte. En los niños pueden aparecer
miedos y pesadillas sobre su propia muerte o la
de familiares cercanos; deben hablarse y aclararse
aspectos que pueden generar un malestar mayor.
•
Hay que ayudarles a resolver sus dudas ¿Por qué
se entierra a la gente? ¿Por qué, si el cielo está
arriba? Aclarar, en niños que vayan a tener esta
información y participen en el entierro o en la inci-
neración, que ser incinerado no hace sentir dolor
o que si es enterrado, tampoco sentirá ahogo.