continúan apareciendo en tu mente? ¿Qué sentías
en ese momento? ¿Qué sentiste después de que
ocurriera todo? ¿Hay algo que recuerdes especial-
mente? ¿Cómo te sientes ahora?
•
No se trata de un interrogatorio para buscar he-
chos, sino de organizar tus recuerdos.
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Recuerda que no sólo importa recordar lo que hi-
ciste, sino los sentimientos y pensamientos que
tenías.
Es normal que te sientas mal, pero no por ello pue-
des dejar de sentir, es necesario hacer que esos
sentimientos sean soportables.
•
Aunque al principio te asuste la intensidad de las
emociones que puedes sentir, a medida que leas,
escuches o hables de lo sucedido podrás compro-
bar cómo las emociones van siendo más llevade-
ras. Por eso, es importante hacer el ejercicio tan-
tas veces como sea necesario. Comprobarás cómo
cada vez es menos difícil pensar o hablar de ello.
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Existen varias maneras en las que puedes llevar a
cabo el relato de tu experiencia. Todas ellas son
válidas. Elige aquella que te haga sentir menos in-
cómodo: escribe la historia como si de un diario se
tratase; grábala de una sola vez o poco a poco, y
después escúchalo; cuéntasela a una persona cer-
cana a ti.
¿Cómo enfrentarnos a las situaciones temidas?
Con mucha paciencia y poco a poco tendrás que
irte enfrentando a las situaciones que te generan
ansiedad o malestar para poder recuperar cierta
normalidad. Serás capaz de volver a subir a un tren
e ir leyendo a tu trabajo, podrás hablar de lo que
ocurrió con otras personas. Sin embargo, es posible
que te cueste trabajo y tengas que soportar cierto
grado de malestar hasta que te acostumbres. Trata
de enfrentarte a estas situaciones difíciles de forma
gradual, comenzando por aquellas que te generen
menos malestar y acostumbrándote a ellas primero.
Puedes hacerlo con el apoyo de los demás, utilizan-
do las pautas de respiración y todo lo que hemos
visto sobre mantener un autodiálogo positivo. Pero
no te engañes, aún así tendrás que soportar en
ocasiones un elevado grado de malestar que sólo
disminuirá a fuerza de permanecer allí, aguantar y
acostumbrarse, hasta que nuestro organismo vuelva
a aprender que se puede estar en estas situaciones
sin valorarlas como amenazantes, y dejemos de sen-
tirnos mal en ellas.
No se trata de huir definitivamente de esas situacio-
nes, ni de beber alcohol o consumir fármacos para
poder soportarlas. Se trata de que todo el mundo
tiene derecho a recuperar la posibilidad de subir a
un tren, salir por la noche tranquilamente, ir a escu-
char un concierto de música, pasear por una ciudad,
viajar junto a una mochila o separarse de su familia
sin imaginar que van a morir. Algunas personas ne-
cesitan ayuda psicológica para conseguir enfrentar-
se con éxito a estas situaciones.
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