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diquemos un día a explicar la situación a los niños.

Puede que una pregunta no surja al principio y lo

haga después, y puede que sus pensamientos cam-

bien y surjan nuevas inquietudes y miedos a lo largo

del tiempo.

También será necesario que durante todo ese pro-

ceso valoremos si el niño continúa demasiado acti-

vado, nervioso, si tiene problemas para comer, para

dormir o para concentrarse en el colegio. También

tendremos que atender a si recupera su estado de

ánimo, si es capaz de disfrutar de las cosas de las

que antes disfrutaba y estar atentos a si hay cosas

que ha dejado de hacer y miedos que interfieran

con su funcionamiento habitual. En esos casos es

posible que necesitemos recurrir a la ayuda de un

psicólogo especializado en este tipo de problemas.

¿Quién debe hablar con el niño?

Las personas más próximas, si fuera posible los pa-

dres, o alguno de ellos. En el caso de que necesites

ayuda para hacerlo, consulta con un psicólogo pero

no dejes esta responsabilidad a otra persona.

¿Qué reacciones puede tener el niño?

Muchos niños pequeños, sobre todo los menores

de 7 años, y algunos adolescentes, reaccionan sin

respuesta emocional, por ejemplo preguntando si

se pueden ir a jugar ya. A veces no lloran ni exte-

riorizan sus sentimientos.

Con frecuencia también, en los más pequeños,

surge una pregunta o comentario “egoísta” del

tipo: “¿Y ahora quien me ayuda a mí a hacer los

deberes?”.

Es muy frecuente, en niños de todas las edades,

que rechacen en los días sucesivos hablar o co-

mentar lo ocurrido, e incluso en los más peque-

ños, que se comporten como si no hubiera pasado

nada.

Son habituales las pesadillas, los terrores noctur-

nos y las preguntas y preocupaciones de los pe-

queños sobre la muerte; incluso en niños que no

hayan tenido víctimas en su entorno.

Los niños pueden presentar todas las reacciones

normales que hemos descrito en el caso de los

adultos y, además, dependiendo de su edad, pue-

den: tener miedo a la separación de los padres;

volver a tener comportamientos característicos de

niños de menor edad como, por ejemplo, chuparse

el dedo o hacerse pis en la cama, y hacer juegos re-

lacionados con el suceso como, por ejemplo, jugar

con un atentado, con ambulancias o con la policía.