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E

s posible que pienses que la vida no tie-

ne sentido, que no vale la pena, que todo

es cuestión de suerte, que por qué te ha

tocado a ti o a los tuyos. Las personas solemos

tener la idea de que el mundo es un lugar donde

las cosas que ocurren tienen algún sentido y que

tendremos la oportunidad de controlar las difi-

cultades que vayan surgiendo.

El horror y la falta de control que conllevan los

atentados terroristas encajan muy mal con nues-

tro modo habitual de pensar y ver el mundo. No

podemos encontrar un sentido a lo ocurrido y en

este intento de asimilarlo son frecuentes unas

reacciones que, aunque puedan resultar apara-

tosas y extrañas, son normales en un organis-

mo que trata de poner orden en este caos re-

pentino. Las reacciones que vamos a comentar

a continuación son normales, forman parte del

proceso de asimilación y organización sobre lo

ocurrido:

Son normales las imágenes y pensamientos

del desastre

que se me vienen a la cabeza,

aunque yo no quiera y aunque me esfuerce por

evitarlos (flashbacks).

Son normales las pesadillas

, sobre temas más

o menos relacionados con el atentado y sus

consecuencias.

Es normal el desorden en los recuerdos

sobre lo que ha pasado

, como si fuera una

historia descabalada.

¿ Q U É E S N O R MA L Q U E P I E N S E ?

Son normales los problemas de concentra-

ción, atención y memoria

que me hacen sen-

tir alterado, como si no fuese yo mismo o me

pasase algo grave.

Es normal desear “lo peor”

e incluso desear

vengarse de aquellos que causaron el atenta-

do, pero conviene no ocupar demasiado tiempo

en estos pensamientos porque generan mucho

malestar y acabarán volviéndose en contra

nuestra.

Es normal desconfiar de todo y de todos, des-

confiar del mundo en general

, de los seres hu-

manos, que son capaces de cometer actos tan

crueles.

Es normal dudar de todo en lo que había-

mos creído

, perder la confianza en un mundo

justo, dudar de nuestro sistema de valores, de

nuestra fe, de todo lo que ha conducido nues-

tra vida y nuestro modo de hacer las cosas, de

todo en lo que creíamos y que nos daba fuerza

y confianza.

Son normales los pensamientos de culpa

por haber hecho, o por no haber hecho tal o

cual cosa para evitar los daños, pero conviene

aceptar que estas situaciones escapan irreme-

diablemente a nuestro control. Otras veces la

culpa viene por cosas dichas, hechas o no a los

fallecidos. En estos casos hay que sopesar la im-

portancia de tales afirmaciones en la vida diaria,

no ahora, desde la perspectiva de lo ocurrido.