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s posible que pienses que la vida no tie-
ne sentido, que no vale la pena, que todo
es cuestión de suerte, que por qué te ha
tocado a ti o a los tuyos. Las personas solemos
tener la idea de que el mundo es un lugar donde
las cosas que ocurren tienen algún sentido y que
tendremos la oportunidad de controlar las difi-
cultades que vayan surgiendo.
El horror y la falta de control que conllevan los
atentados terroristas encajan muy mal con nues-
tro modo habitual de pensar y ver el mundo. No
podemos encontrar un sentido a lo ocurrido y en
este intento de asimilarlo son frecuentes unas
reacciones que, aunque puedan resultar apara-
tosas y extrañas, son normales en un organis-
mo que trata de poner orden en este caos re-
pentino. Las reacciones que vamos a comentar
a continuación son normales, forman parte del
proceso de asimilación y organización sobre lo
ocurrido:
•
Son normales las imágenes y pensamientos
del desastre
que se me vienen a la cabeza,
aunque yo no quiera y aunque me esfuerce por
evitarlos (flashbacks).
•
Son normales las pesadillas
, sobre temas más
o menos relacionados con el atentado y sus
consecuencias.
•
Es normal el desorden en los recuerdos
sobre lo que ha pasado
, como si fuera una
historia descabalada.
¿ Q U É E S N O R MA L Q U E P I E N S E ?
•
Son normales los problemas de concentra-
ción, atención y memoria
que me hacen sen-
tir alterado, como si no fuese yo mismo o me
pasase algo grave.
•
Es normal desear “lo peor”
e incluso desear
vengarse de aquellos que causaron el atenta-
do, pero conviene no ocupar demasiado tiempo
en estos pensamientos porque generan mucho
malestar y acabarán volviéndose en contra
nuestra.
•
Es normal desconfiar de todo y de todos, des-
confiar del mundo en general
, de los seres hu-
manos, que son capaces de cometer actos tan
crueles.
•
Es normal dudar de todo en lo que había-
mos creído
, perder la confianza en un mundo
justo, dudar de nuestro sistema de valores, de
nuestra fe, de todo lo que ha conducido nues-
tra vida y nuestro modo de hacer las cosas, de
todo en lo que creíamos y que nos daba fuerza
y confianza.
•
Son normales los pensamientos de culpa
por haber hecho, o por no haber hecho tal o
cual cosa para evitar los daños, pero conviene
aceptar que estas situaciones escapan irreme-
diablemente a nuestro control. Otras veces la
culpa viene por cosas dichas, hechas o no a los
fallecidos. En estos casos hay que sopesar la im-
portancia de tales afirmaciones en la vida diaria,
no ahora, desde la perspectiva de lo ocurrido.