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Cualquier reacción que nos parecería sorprendente
e increíble en otra situación, puede ser normal en
estos momentos. Por esta razón, no debemos juz-
gar nuestra actuación durante el suceso, ni tratar de
valorarla pensando en si ha o no satisfecho nuestras
expectativas y las de los demás, en si pudimos hacer
esto o si dejamos de hacer aquello. Las reacciones
de supervivencia no son producto de una reflexión,
nuestro grado de control en esas situaciones es, nos
guste o no, muy reducido.
Fase de después del impacto:
Una vez ha terminado el impacto de las explosio-
nes durante el momento del atentado, la prioridad
es el rescate y la supervivencia. Pueden prolongar-
se algunas de las reacciones anteriores, o aparecer
otras. Son habituales las reacciones de confusión,
aturdimiento, y la negación de lo ocurrido. Algunas
personas pueden caminar durante horas desorien-
tadas sin siquiera poder dar información relevante
de dónde estaban las personas que las acompaña-
ban cuando estallaron las bombas. También son
frecuentes todas las reacciones relacionadas con un
estado de máxima alerta y activación, como temblo-
res, taquicardias, sensación de no poder respirar o
vómitos, los frecuentes sobresaltos, los repentinos
y descontrolados flashbacks, así como la profunda
tristeza y desesperanza. Todo ello puede ir acompa-
ñado de reacciones de intensa emocionalidad como
explosiones de ira, odio, llantos, gritos o lamentos.
Fase de recuperación:
Es una fase prolongada que se estima comienza en
las semanas después del impacto, tras el rescate de
las víctimas, y se prolonga hasta que las personas
de la comunidad han recuperado la normalidad en
sus actividades. Su duración depende mucho de las
pérdidas y de los daños sufridos. Son frecuentes las
reacciones de activación, los problemas para dormir,
para concentrarse, las pesadillas, las dificultades
para enfrentarse a los propios recuerdos, a las situa-
ciones relacionadas con el atentado, las reacciones
de culpa, los recuerdos desorganizados, incluso las
pérdidas parciales de memoria y otras tantas reac-
ciones que hemos comentado en los apartados an-
teriores.
Al principio de esta fase de recuperación y al poco
tiempo de haber ocurrido el atentado, suele haber
un período de tiempo en el que las víctimas están
muy apoyadas y protegidas por las reacciones soli-
darias del conjunto de la sociedad, para pasar des-
pués a una fase de desencanto y abandono cuando
los apoyos que se organizaron comienzan a retirar-
se, cesan los actos y manifestaciones de apoyo y las
víctimas comienzan a sufrir la realidad de las pérdi-
das, los problemas y limitaciones de la burocracia al
tiempo que deben hacer frente a todos los cambios y
pérdidas de la nueva situación generada tras el aten-
tado. Es preciso que durante esta fase el apoyo social
y psicológico continúe fácilmente accesible para los
más afectados.
Son frecuentes los sentimientos de culpabilidad, el
tratar de dar explicaciones lógicas a lo ocurrido, los
problemas para dormir, para concentrarse, la fatiga y
las dificultades en las relaciones interpersonales y en
el trabajo. Sin embargo, las reacciones de la mayor
parte de los afectados irán disminuyendo y consegui-
rán recuperar una cierta normalidad. Aunque tenga-
mos recuerdos tristes, aunque las cosas nunca vuel-
van a ser como antes del atentado y esta experiencia
siempre forme parte de nosotros, sentiremos que
hemos recuperado el control de nuestra vida